lunes, 28 de enero de 2008

De "novia" a "prometida"

Desde que me convertí en “fiancèe” me di cuenta y, “chocolate por la noticia” me dirán algunos/as, de que la novia (y sí, más que el novio) es la verdadera protagonista en esta historia. Pero no pensé que sería tanto así.

El día en que anuncié públicamente que recibí EL ANILLO, me convertí en una “estrella por un día”. No lo niego, fue hermoso. No me cansaba contar una y otra vez la forma en que el hombre que amo se arrodilló frente a mí y, ante todas las personas extrañas que también estaban ahí, con un anillo en la mano derecha pidiéndome que me case con él.

Jamás voy a olvidar la expresión de esos ojos. No sé hasta cuando voy a seguir derramando lágrimas de alegría cada vez que escribo sobre ese momento.

Recién empezaba septiembre, pero ya la noche se sentía primaveral, el vientito que había en esa terraza y las luces de la ciudad tiritaban a nuestros pies. Supongo que todo eso él lo planeó y quiso que fuera inolvidable. Pero mi mejor recuerdo es la expresión de sus ojos, mirándome fijamente, con una convicción impresionante y adornados por una sonrisa única. Esa sonrisa de niño, orgulloso y feliz, con su trofeo en mano; El anillo. Ese anillo que apenas lo miré y ni lo toqué cuando terminó de preguntarme “¿te querés casar conmigo?” Simplemente salté a sus brazos, a su cuello, a sus hombros, como queriendo agarrarlo a él y traerlo de abajo hacia mí, donde estaba yo. Haciéndolo parte definitiva de mi vida desde ese preciso instante.

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